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Por: Psic. Andrea Aldama

 

Podemos comenzar diciendo que la empatía es una habilidad que los seres humanos tenemos para comprender los sentimientos y emociones de otras personas y además, responder con emociones complementarias, es decir, “entender lo que la otra persona está sintiendo desde su mundo aunque nosotros no estemos sintiéndonos así”. 

 

La edad en la que los niños comienzan a desarrollar empatía es alrededor de los 4 o 5 años. En esta edad se comienza a desarrollar la teoría de la mente, que es la capacidad que tenemos los seres humanos de ponernos en el lugar del otro para poder predecir sus creencias, intenciones, preferencias a través de su lenguaje corporal, expresiones faciales, su voz, etcétera y así hacer una suposición de cómo actuará la otra persona.

 

Los cuidadores deben aprender a ser empáticos con sus hijos, ya que así podrán ayudar a calmarlos y tranquilizarlos en los momentos en que ellos estén experimentando emociones que no pueden regular, como el miedo, la tristeza o el enojo. Esto se logra enseñándoles a reconocer y expresar sus propias emociones y, por otro lado, los cuidadores deben aprender a aceptar las emociones de sus hijos y no juzgarlas ni criticarlas.

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La empatía no aparece de repente en los niños o niñas, es un proceso que se va adquiriendo a lo largo de su desarrollo evolutivo y experiencias que van viviendo. Pero los padres ¿cómo pueden ayudar a que su hijo o hija sea empático? Lo fundamental es que, en un primer momento, los padres sean empáticos con ellos, este es el mejor aprendizaje. Los niños aprenden de lo que ven y, sobre todo, de figuras significativas.

 

Existen tres niveles de empatía:

  1. Empatía emocional: Se refiere a la capacidad de reconocer la emoción que está sintiendo la otra persona. “Sergio, veo que estás triste”.
  2. Empatía cognitiva: Se refiere a la capacidad de entender los motivos de sentir dicha emoción. “Sergio, entiendo que te sientas triste, porque Juan no te prestó su juguete”.
  3. Empatía con cambio de perspectiva emocional: En este tercer nivel, se pretende cambiar la perspectiva, pasamos de identificar la emoción en tercera persona a primera persona. “Sergio, yo en tu lugar también me hubiera sentido triste, si Juan no me hubiera prestado su juguete”.

 

La empatía se debe practicar en todo momento en casa. El papel del adulto es fomentar que sus hijos expresen sus emociones y sentimientos. Los padres también deben de expresarlos, para que los infantes puedan replicarlos en su vida diaria, en la escuela, con sus amigos, etc.

 

Nadie conoce mejor a su hijo que la persona que lo cría y guía en su crecimiento, por lo que el adulto tiene el papel de crear un ambiente de confianza y calidez para que sus hijos se sientan cómodos al expresar sus ideas y pensamientos.

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Los padres podrán tener una escucha activa, es decir, prestar atención e interés a lo que ellos están comunicando, a sus gustos y preocupaciones. No hacer juicios o poner etiquetas y si cometen errores, aprender con ellos y hacerles ver sus errores optando siempre por la flexibilidad y empatía.

 

Toma en cuenta que los niños aprenden imitando, así que actúa como te gustaría que ellos lo hicieran, predicando siempre con el ejemplo.